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La filosofia, Dufour y el proletariado (página 2)



Partes: 1, 2

La
postmodernidad

A la pregunta de qué caracteriza exactamente a la
postmodernidad, Dufour contesta lo siguiente: "La
postmodernidad se caracteriza, según Lyotard, por el fin
de los grandes relatos de emancipación de la humanidad que
fueron elaborados durante la modernidad, la
cual funcionó en torno a ciertos
ideales, por ejemplo el acceso a la razón y al criticismo
y la emancipación social. Tomen como ejemplo el marxismo y la
salvación social –prometida de alguna manera con
referencia al pueblo-, y el acceso a ciertas "fuerzas oscuras"
(pienso ahora en Nietzche o en Freud, que
decían que en cuanto acudiéramos a ellas nos
íbamos a liberar). Entonces, los que sufren frente a la
postmodernidad serían esos grandes relatos, ya que
ésta pondría fin a esas esperanzas y a esos
ideales. Así que la postmodernidad dice que ya no seremos
salvados ni por Dios, ni por el proletariado, ni por
ningún ideal de emancipación".

Emancipación
política y
emancipación humana

Dufour nos dice sintéticamente dos cosas: una, ha
llegado a su fin los grandes relatos de emancipación de la
humanidad, y dos, la humanidad no debe esperar a ser salvada por
el proletariado. Ha sido la burguesía, sobre todo por
medio de la declaración de los derechos humanos,
quien ha confundido de siempre la emancipación
política con la emancipación humana. La
emancipación política llevada a cabo por la
revolución
burguesa significó, entre otras cosas, que el Estado se
liberara de la religión. Pero no
significó la liberación humana de la
religión, todo lo contrario: las personas se volvieron
más religiosas. Así que quien hable de que la
modernidad, esto es, la época burguesa y la época
de la transición del capitalismo al
socialismo, se
caracteriza por el fin de los grandes relatos de la humanidad, es
víctima de la ideología burguesa, que presenta la
emancipación política como emancipación
humana.

En esta confusión entre la emancipación
humana y la emancipación política, en la que
incurrió la burguesía, no podía caer el
proletariado. Y la experiencia del socialismo realmente existente
lo ha puesto así de manifiesto: se trata en principio y
fundamentalmente de la emancipación económica y
política del proletariado, no de la emancipación de
la humanidad. El ejemplo de Cuba y de
China
así lo atestiguan. Así que es un error asignarle al
proletariado una misión que
no le corresponde y que la práctica desmiente.

La
postmodernidad y la salvación de la humanidad por el
proletariado

De todos modos no deja de ser una actitud
extremadamente burguesa y cómoda hablar de
que no debemos esperar del proletariado que salve a la humanidad.
Será que Dufour no tiene los ojos abiertos y no ve lo que
hay que ver: no ve que cada día mueren de hambre cien mil
proletarios. ¿Cómo podemos esperar del
proletariado, que representa la más grande de las
deshumanizaciones, la salvación de la humanidad?
Sólo puede esperarlo la clase media,
que es una clase social cómoda donde las haya, que le
gusta hablar de que los relatos de emancipación de la
humanidad han acabado sentada en su sillón, como si ella
nada tuviera que ver con la marcha del mundo. No sabe o no quiere
saber que si los grandes relatos de emancipación de la
humanidad han llegado a su fin, especialmente en Europa
occidental, será porque ella los ha sofocado, estrangulado
y asfixiado.

Neoliberalismo

Ante la pregunta formulada por sus entrevistadores de
cuál sería la diferencia entre neoliberal y
ultraliberal, Dufour responde lo siguiente: "Neoliberal quiere
decir literalmente "nuevo liberalismo".
Ahora bien, creo que no es un nuevo liberalismo; sólo hay
un liberalismo que fue enunciado hacia 1768 por primera vez por
Adam Smith, y
que se presenta como la posibilidad para los individuos de
entregarse a la ganancia máxima y seguir todos sus
cálculos egoístas; que decía que
"podían hacer" sin ningún límite, sin
ninguna vergüenza, porque de todas maneras existía
una Providencia que iba a transfigurar los vicios privados en
virtudes públicas, es decir, en riqueza colectiva. Es este
régimen, simplemente llevado hasta sus últimas
consecuencias, el que vemos aparecer en el mundo, sobre todo a
partir de 1980 con Margaret Thacher, en Inglaterra, y con
Ronald Reagan, en Estados Unidos, y
que implica la destrucción de todas las formas de
regulación".

El uso absoluto de las
palabras

No deberíamos dejar que ciertas palabras, como,
por ejemplo, la palabra "neoliberalismo", oculten los detalles del mundo y
de la vida. No deberíamos ver tras el neoliberalismo
especialmente y en exclusividad a los mandatarios de las grandes
potencias. Nuestra visión debería ser más
amplia y percibir bajo la bandera del neoliberalismo,
además de a esos mandatarios, a los grandes capitalistas
de todas las naciones, con sus nombres y apellidos, a los grandes
líderes de opinión del mundo capitalista, a sus
grandes y enriquecidos deportistas, y a todas las grandes figuras
que se mueven en torno a la moda y la publicidad. Hay
que ampliar los blancos sobre los cuales apuntar la crítica. No debemos fijarnos en
exclusividad en los representantes políticos, los que
están al frente del Estado y dan
la cara, sino también y más especialmente en los
representados. Son demasiadas las fuerzas y los sectores sociales
que viven de lo lindo gracias al estado económico y social
del mundo actual. Hay muchos vividores, presentes en todos los
ámbitos de la vida, que sacan grandes tajadas sin trabajar
o trabajando muy poco en este mundo extremadamente liberal.
Así que el uso absoluto de cualquier palabra, como en este
caso sucede con la palabra "neoliberalismo", sin entrar en los
detalles y matices de la vida, nos lleva a tener una
concepción del mundo muy unilateral. Es como si sobre la
vida echáramos una pesada manta y todo lo viéramos
de un solo y uniforme color. Así
que si alguien dice que está contra el neoliberalismo,
qué nos diga que hay detrás de esa palabra o a
quién apunta con esa palabra.

Capitalismo de libre
mercado y
capitalismo monopolista

Adam Smith hablaba para la época del capitalismo
de libre mercado, donde las empresas no eran
muy grandes y producían para un mercado desconocido. En
esa época era cierto, hasta cierto punto, que el interés
individual generaba un interés común. Pero desde
principio del siglo XX el capitalismo de libre mercado
dejó de existir y su lugar fue ocupado por el capitalismo
monopolista, donde los bancos pasaron a
desempeñar un papel central y dominador. Y los monopolios,
al contrario que las empresas de la época del libre
mercado, lo calculan todo y lo planifican todo. No venden a un
mercado desconocido, sino a un mercado conocido en todos sus
detalles. Las grandes empresas transnacionales antes de invertir
en un determinado lugar lo estudian todo previamente, si hay las
infraestructuras adecuadas o no, si hay estabilidad
política o no, incluso tienen los contactos y tratos
necesarios con las autoridades locales. Nada se les escapa al
movimiento
espontáneo. Ya nadie cree en el mercado ciego y
desconocido. Así que en este sentido el liberalismo del
capitalismo transnacional nada tiene que ver con el liberalismo
de los siglos XVIII y XIX. Es un grave error teórico
presentar el liberalismo actual como una continuación o
culminación del liberalismo representado por Adam
Smith.

Hay que observar además una diferencia esencial:
en tiempos de Adam Smith el trabajo se
consideraba la sustancia del valor,
mientras que en la actualidad todos los esfuerzos de los
economistas burgueses están encaminados a quitarle el
protagonismo al trabajo en la
creación de riquezas. Y como dije en cierta
ocasión: Adam Smith es un aliado para los marxistas en la
lucha contra los economistas convencionales. Adam Smith era un
economista profundo, no superficial, como sí lo son los
economistas burgueses actuales. Así que es un gran error
ideológico presentar el liberalismo actual, que expresa
los intereses del capital
monopolista y el predominio de la economía vulgar, con
el liberalismo de los siglos XVIII y XIX, que expresa los
intereses del capitalismo de libre mercado y el predominio de la
economía profunda y esencialista. En aquel entonces la
burguesía era revolucionaria, mientras que ahora es
reaccionaria.

El mercado y la
regulación

Dufour habla como si el capitalismo actual supusiera la
destrucción total de todas las formas de
regulación. Esto es un error. Dufour confunde la
actuación de los grandes capitalistas en el interior de
sus fronteras con su actuación fuera de ellas. El mercado
en los países miembros de la UE, por poner un ejemplo, es
un mercado regulado. Sólo hay que pensar que la mitad de
la economía es pública. Y la regulación no
sólo es una demanda de la
clase obrera, también lo es de la clase capitalista. Todos
los capitalistas están unidos mediante organizaciones
empresariales y exigen del Estado muchas cosas: que abaraten los
costos de la
seguridad
social, que faciliten subvenciones, y que les ayude en la
creación de puestos de trabajo. Así que el mercado
actual es un mercado regulado e intervenido. La cuestión
está en que cuando los grandes capitalistas de la Unión
Europea actúan en el exterior, especialmente en los
países atrasados, quieren la mayor de las libertades: el
dejar hacer sin límites.
Pero ahí está la reacción de países
como Venezuela y
Bolivia para
establecer límites y no dejar al gran capital hacer lo que
quiera. De todos modos el problema no ésta en el mercado,
sino en que el mercado sea capitalista, y más
específicamente que esté en manos de las grandes
empresas transnacionales. Y las empresas transnacionales lo
regulan todo, no actúan a ciegas y sin control.
Así que es un error presentar el liberalismo internacional
como una economía de mercado sin regulación ni
control. El problema no es si hay un mercado regulado o no
regulado, sino en manos de quiénes está la
regulación y el control.

El sujeto
postmoderno

A la pregunta de cuáles serían las
consecuencias psíquicas para el que, a todas luces, parece
ser un neo sujeto, formulada por sus entrevistadores, Dufour
contesta en los siguientes términos: "En la época
moderna teníamos un sujeto doblemente definido: estaba
definido por el ideal kantiano que apareció alrededor de
1800, y estaba definido también por la condición
subjetiva de este sujeto moderno caracterizada por la neurosis. Yo creo
que el sujeto postmoderno es un sujeto que ya no está
marcado por la necesidad de esta substracción; es un
sujeto que debe poder obtener
todo lo que quiere en función de
que Adam Smith llamó la maximización de las
ganancias. A partir de entonces es un sujeto que se presenta con
una nueva característica, la de ser un ser sin
límites, y por lo tanto entra en otra economía
psíquica distinta a la del ser humano moderno que se ve
obligado a renunciar a una parte para que lo demás
funcione".

Los filósofos, como Dufour, atrapados por las
palabras, falsean el mundo, tanto el pasado como el actual. Nadie
puede creer que las personas de 1800 fueran sujetos kantianos y
neuróticos. Algunas tal vez sí, y siempre en una
parte de Europa, pero la mayoría no. Y de todos modos esas
caracterizaciones son insuficientes para saber cómo era la
gente de aquel entonces. Además, entre las personas hay
muchas diferencias, de clase, de cultura, de
posición, de origen, etcétera. Y al caracterizar al
sujeto actual, Dufour cae en el mismo error que cuando
caracteriza al sujeto de 1800, y hay cosas que no comprende. La
maximización de las ganancias es una exigencia que debe
plantearse cualquier empresa. El
problema no está en maximizar las ganancias, sino en
quién se apropia de las ganancias. Pertenece al socialismo
antiguo y reaccionario pensar que quien lucha por maximizar las
ganancias es un capitalista. También cualquier persona debe
buscar ganar lo más posible. El problema no está en
luchar por el máximo ingreso, sino en que haya personas
que se apropien de trabajo ajeno.

El ser actual como un ser
sin límites

Cuando Dufour habla de que el ser actual es un ser sin
límites, se deja llevar por las ideas. El Estado, lejos de
debilitarse, se ha vuelto más complejo y poderoso. Y el
Estado es el más grande de los límites que existen.
¿No limita Estados Unidos con su maquinaria de guerra el
libre hacer del pueblo iraquí? Sin duda que sí. Hoy
existen más límites que nunca. La existencia de las
transnacionales es la limitación más importante que
tiene el mundo de hoy. Pero no por ser transnacionales, sino por
ser de propiedad
privada. Otra cosa es que haya pueblos que son muy libres y otros
que lo son menos. Pero pensar que existe un sujeto abstracto y
universal que carece de límites, no deja de ser un canto
al ciego idealismo. Y
el idealismo es un veneno para la conciencia que
quiere cambiar el orden existente.

La
postmodernidad, el mercado y Dios

A la pregunta ¿cuál es entonces el lugar
de Dios en la postmodernidad?, formulada por los entrevistadores,
Dufour responde lo siguiente: "Me están haciendo una
pregunta muy interesante porque, de hecho, los grandes relatos de
salvación de la modernidad han muerto en la
postmodernidad. Así que podríamos decir que Dios ha
muerto, pero este vacío trascendente de Dios fue
reemplazado por la nueva Providencia que mencioné hace
rato, que es la Providencia del mercado. Es el mercado el que se
presenta como un nuevo dios: potencia,
omnipotencia; podría hacer todo, regular todo. Así
que estamos ante una especie de nuevo dios. El problema es que
este nuevo dios no cumple sus promesas. ¿Por qué?
Porque el mercado es una simple red de intercambios, un
ámbito donde se puede intercambiar todo, todo lo que es
mercantilizable en el mundo".

Pienso que Dufour habla de espalda a la realidad y que
sus palabras carecen de verdad. Dios no ha muerto, porque la
creencia en Dios no ha muerto. La gente sigue siendo hoy
día muy religiosa. La necesidad de creer en Dios sigue
siendo hoy día muy fuerte. Y entre más pobres sean
los pueblos, entre más miserias y calamidades padezcan,
más fuerte y desarrollado está el sentimiento
religioso. Así que Dios sólo morirá cuando
muera la necesidad de creer en él. Y la necesidad de creer
en él desaparecerá cuando del mundo desaparezca el
mal: el hambre y la guerra.

Presentar al mercado como el nuevo Dios me parece un
pensamiento
del tiempo de
Lutero, que hablaba del dinero como
algo que en sí mismo encerraba el mal. El mercado es un
mecanismo económico que sirve para acelerar el desarrollo de
las fuerzas productivas y para asignar los recursos. El
problema en el mundo actual no está en que haya mercado,
sino en que el mercado sea capitalista. No es el mercado el que
lo puede todo, sino los grandes capitalistas que operan en el
mercado. Así que para acabar con la omnipotencia que hay
en el mercado habría que acabar con los grandes
capitalistas. Sucede con el mercado lo mismo que sucede con
el dinero. El
problema no es el dinero, sino que haya personas que lo posean en
cantidades infinitas y otras personas que apenas puedan disponer
de él.

¿No
tenemos más que el mercado?

Los entrevistadores después de afirmar que si la
postmodernidad presenta la posibilidad de la muerte de
Dios y lo que ha venido a ocupar su lugar es el mercado, formulan
la siguiente pregunta: ¿la oferta de las
nuevas religiones es
la existencia de un dios falso? Y Dufour responde del siguiente
modo: "No, yo creo que es en esta declinación de las
distintas figuras del Otro que la humanidad ha conocido, donde
hay que contar formas extraordinariamente diversas de la
divinidad, o formas extremadamente diversas de lo que se da en
llamar el soberano, o formas muy diversas de lo que se
podría llamar la soberanía. Piensen, por ejemplo, en la
historia
occidental, en la cual pasamos de la physis griega, los dioses de
la naturaleza, el
politeísmo griego, a todas las variedades del
monoteísmo; pasamos a una forma de la teología
política con la monarquía absoluta, luego pasamos a nuevas
apariciones del soberano: el pueblo; así, por ejemplo
Rousseau, en
el contrato social,
llama al pueblo el soberano, y esa es una nueva forma de
relación con un tercero. También conocimos formas
de religión del arte, de
religión política, por ejemplo Marx era alumno
de Hegel, y en esta
teleología de la Historia no es la realización del
espíritu absoluto lo que estaba en el orden del día
para Marx, sino el advenimiento de una sociedad sin
clases, lo cual en el fondo está muy cercano al proyecto
teleológico y lógico de Hegel. Por eso hablo del
marxismo como de una teología política. Resulta que
todo esto se desmoronó, entonces, efectivamente, por el
momento no tenemos nada más que el mercado que no mantiene
sus promesas, y tenemos el regreso de falsos dioses".

¿Dioses
falsos?

Dufour resume en cuatro renglones la historia de dos mil
años. Pretende con dos categorías, formas de la
divinidad y formas de la soberanía, presentarnos lo que ha
sucedido durante todo ese dilatado tiempo. Y sus conclusiones no
dejan de ser forzadas, caprichosas y simplonas: el marxismo fue
una teología política que se desmoronó y su
lugar fue ocupado por el mercado, llegando entonces los falsos
dioses. Pero los dioses son seres imaginarios creados por
el hombre. Y
si son seres imaginarios, carecen de existencia sensible. Y de
seres que carecen de existencia sensible sobra plantearse si son
falsos o verdaderos.

Los fines inmediatos
y los fines lejanos

Presentar a Marx como un intelectual que elaboró
un proyecto político para el advenimiento de una sociedad
sin clases es una tergiversación. La tarea central de
Marx, lo que constituye el noventa por ciento de su pensamiento,
fue el análisis del modo de producción capitalista. Y en función
de esta tarea, que es un fin inmediato, del nivel y logros
alcanzados, debe ser evaluado el pensamiento de Marx. Cosa
distinta es preguntarse si la toma del poder por parte de la
clase trabajadora supone una nueva sociedad de explotación
del hombre por el
hombre. Y no es así: el proletariado desparecerá
como tal proletariado cuando desaparezca la burguesía. Y
esto es un fin lejano. Puesto que la experiencia nos
enseña que a la burguesía le queda todavía
muchos años de existencia, tal vez siglos, antes de
desaparecer de la historia. Y cuando la burguesía
desaparezca, desaparecerá el proletariado. Pero esta
perspectiva, esta visión del futuro, no tiene nada de
teológica. Puesto que si miramos hacia atrás vemos
que la clase dominada desaparece cuando desaparece la clase
dominante: los esclavos desaparecieron cuando desaparecieron los
esclavistas, y los siervos desaparecieron cuando desaparecieron
los señores feudales. Así que la forma de pensar de
Dufour me parece caprichosa, arbitraria y con poco sentido
práctico.

El
sujeto y la destitución subjetiva

Después de afirmar que hay muchas señales
de la resistencia del
sujeto a su destitución subjetiva a manos del mercado y
ser preguntado por los entrevistadores sobre cuáles
serían esas señales, Dufour responde lo siguiente:
"Son múltiples, no son sólo políticas.
Por ejemplo, están en el sujeto que quiere seguir
actualizando lo que sucede en él con su deseo,
están en el sujeto que no cree que los objetos
manufacturados del mercado vayan a cumplirle realmente lo que
él quiere, contrariamente a lo que dice el mercado. El
mercado dice: "Quiera usted lo que sea, nosotros se lo vamos a
dar". Sabemos que esto deja completamente insatisfecho y que hay
que elaborar algo para saber qué es lo que quiere uno de
uno mismo, de los demás y cómo deseamos estar
juntos. Entonces, por doquier encontramos resistencia: en donde
todavía alguien se plantea esas preguntas, escribiendo un
poema, elaborando una práctica que no responde simplemente
al funcionamiento del mercado, cuando se entrega a una
práctica artística, cuando se entrega a un psicoanálisis, al participar en movimientos
colectivos de resistencia contra este orden de las cosas; todas
estas son formas de resistencia del sujeto frente a su
destitución subjetiva". Este énfasis en el sujeto
concebido de modo abstracto es expresión de una
concepción burguesa e idealista del mundo. ¿Y por
qué? Porque falta en esa concepción la
visión colectiva y material del mundo.

El
mercado como persona

No dejan de asombrarme estas formas de hablar.
Supuestamente el mercado, convertido en una persona, a juicio de
Dufour, nos dice: "quiera usted lo que sea, nosotros se lo vamos
a dar". Así no actúa el mercado. No basta con
querer una cosa, es necesario tener el dinero suficiente para
pagarla. Si no, el mercado no te lo da. Y sólo los que
tienen mucho dinero, piden cosas al mercado irracionales, como,
por ejemplo, los objetos de lujo, los excesos y los caprichos.
Pero quien viva del salario base,
sólo le pide al mercado lo que necesita. Así que lo
que se espera del mercado depende del dinero que se tenga en los
bolsillos.

El
mercado y la producción

Frente a los abusos del mercado, frente a los excesos y
los caprichos, frente al consumo
desproporcionado e irracional, la mejor resistencia sería
cambiar la producción. Y en dos sentidos: cambiar la
propiedad, de privada cambiarla a pública, y cambiar lo
que se produce, sustituir los artículos de lujos por
artículos básicos y necesarios. Pensar que la clave
de la sociedad moderna está en el mercado en vez de en la
producción, es pensar como los economistas convencionales,
como los economistas vulgares, quienes prestan oídos
sordos a estas sabias palabras de Marx: "Por eso abandonamos esta
esfera ruidosa, situada en la superficie y visible para todos,
junto con el poseedor del dinero y el de fuerza de
trabajo, a fin de seguir a ambos en los lugares ocultos de la
producción, en cuya puerta se halla escrito: No
admittance except on business.
Veremos aquí no
sólo cómo produce el capital, sino cómo se
produce él mismo. Y se nos revelará por fin el
secreto de la plusvalía".

Y pensar que escribir un poema, hacer una obra de arte y
tener una sesión de psicoanálisis son formas de
resistencia al mercado capitalista, es sencillamente que no se
sabe lo fuerte que es el sistema
capitalista ni se sabe donde se encuentra la mayor fuerza contra
el sistema capitalista: en las grande masas trabajadoras. De
todos modos para hacer una obra de arte hay que tener tiempo
libre, preparación y conocimientos. Y esto último
cuesta dinero. Como también cuesta dinero una
sesión de psicoanálisis.

 

Francisco Umpiérrez
Sánchez

Partes: 1, 2
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